sábado, julio 6, 2024

Luis Froylán Castañeda

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Con todas las fuerzas de poder rindiéndose al populismo impuesto por López Obrador, puede uno asegurar que el Tribunal Electoral pisoteará los principios de proporcionalidad democrática, para dejar al oficialismo con la deseada mayoría calificada que le permita, entre otros atropellos, despedazar la Corte.

Obtuvieron el 54 por ciento de los votos y en consecuencia, a lo más, deberían tener el 62 por ciento en las cámaras, por la famosa regla del ocho por ciento en sobre representación. Pues no, si los dejan se irán a más del 74 por ciento. ¿Que hace la oposición para impedirlo? Absolutamente nada, sigue atormentada por sus propios demonios, despedazándose internamente entre ellos.

En lugar de plantarse ante el Trife, exigir respeto a las leyes, pedirles que ponderen la democracia sobre acuerdos chicaneros francamente antidemocráticos, siguen azorados sin saber que hacer. Su falta de convicción en la lucha los descalifica como sinceros opositores. Están, o así quedaron, moralmente derrotados, como dijo López Obrador a propósito de la elección del 2018.

En el PAN, ya vemos, Marko Cortés y la pandilla de inexpertos frívolos que lo acompañaron en la destrucción del partido, repartiéndose a modo los lugares seguros, no muestran la menor capacidad de autocrítica. En vez de pensar hacia el futuro se traban en estériles luchas internas entre ellos. Cortés, Calderón y Lozano, el episodio más reciente.

Al PRI de Alejandro Moreno ya no debemos contarlo entre la oposición, si es que alguna vez estuvo ahí. Cuando los gobernadores y exgobernadores pudieron frenarlo decidieron guardar silencio, apartándose del partido o simplemente entregaron sus estados al nuevo régimen, a cambio de una embajada y la seguridad de conservar lo robado. El eterno manto de impunidad gestionado ahora por los nuevos empoderados.

Con opositores así, los ciudadanos libres de este país no llegarán a ninguna parte, los lideres partidistas de hoy son tan patéticos en la derrota como lo fueron en la campaña. Ocupados en sus pequeñas mezquindades se olvidan que hay una cantidad enorme de mexicanos, al menos 16 millones de votos, esperando la oportunidad de reagruparse para reiniciar la reconstrucción nacional.

¿Les parece prematura hablar de reconstrucción, cuando el nuevo régimen está instalándose? Pues nada más vean el deterioro en que estamos desde que llegó el actual gobierno: territorio tomado por el crimen, en complicidad con las autoridades; un sistema de salud colapsado, mientras nos prometen llegar a Dinamarca; la infraestructura nacional devastada, vean las carreteras de Chihuahua; obras cuantiosas de dudosa utilidad que, a pesar de recibir millones de dólares, siguen sin entrar en operación o entraron parcialmente.

Si lo anterior da motivos suficientes para emprender un gran movimiento social, la tragedia mayor del país está incubada en el infame Plan C, exigido por el presidente que “se va” y aceptado sin cambiar una coma por la presidenta que “llega”, y los nuevos legisladores del sistema. Este Plan empieza con la destrucción de la Corte, pero seguirá (si así lo desean) con el secuestro total de los organismos electorales y el desmantelamiento de institutos autónomos implementados para contener loa abusos del poder.

Razones para seguir luchando por el país sobran y cuando hablo de luchar me refiero a seguir exigiendo democracia, equilibrio de poderes, seguridad, servicios básicos mínimos, respeto a las libertades y derechos ciudadanos.

¿Dónde están los líderes que podrían encabezar la reconstrucción, antes de que nuestro querido país colapse?. Ciertamente no en los partidos políticos tradicionales, ahí no hay nada por hacer. Si no han tenido la capacidad de apersonarse en el tribunal electoral exigiendo respeto al voto ciudadano, menos emprenderán una cruzada de largo aliento como aquellos viejos luchadores cuyos nombres y citas siguen repitiendo, sin percatarse de que su actuar los averguenza.

Roempelas

Difícil tarea de Alejando Domínguez, defender al indefendible “alito” Moreno, su presidente y seguro cacique de otrora partidazo. Pero lo tiene que hacer, es beneficiario directo de los residuos del viejo PRI, en consecuencia tiene que dar la cara por su presidente. Sería pecado guardar silencio, justo en el momento en que prepara el asalto definitivo al CEN. Ánimo Alex, en tiempos de vacas flacas, más bien famélicas, como los que corren, ser diputado federal y presidente del CDE al mismo tiempo es como estar en la gloria, son contados los que pueden presumir esos huesos.

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