miércoles, julio 3, 2024

Luis Froylán Castañeda

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Para maniatar a la Corte, el régimen no necesita una profunda reforma constitucional como la propuesta en el llamado Plan C, le bastaba con esperar a noviembre cuando la nueva presidente proponga el relevo del ministro que por ley dejará el cargo. Así tendría cuatro ministros a modo, suficientes para conjurar cualquier recurso de la oposición intentando frenar leyes inconstitucionales.

Sin embargo López Obrador insiste en la reforma cuyo signo distintivo es someter a jueces, magistrados y ministros a elecciones generales, abriendo espacios para que cualquier rufián con título de abogado administre la justicia. Ahora que todos escriben sobre el tema, me llamó la atención que tres analistas de alto perfil consideren que su motivación es la venganza.

¿Estará movido el presidente por impulsos vengativos? Se me hace demasiado hasta en un ser tan jactancioso y narcisista como él. Pero si recordamos la vileza contra Rosario Robles, Juan Collado y otros involucrados en el escándalo de las “ligas”, pues uno pensaría que, ciertamente, la venganza es lo suyo.

Explico lo anterior, porque ahora que la pretensión del maximato (o como cada quien quiera llamarlo) está confirmada, entiende uno las razones que hacen de Claudia Sheinbaum una presidente sometida por completo. Ella, como muchos en su entorno, lo conocen muy bien, saben que es capaz de cualquier vileza y no quieren caer en los pantanos nauseabundos de sus iras desatadas.

Por lo pronto, contra su voluntad le permitió imponer las populistas reformas a la Corte, a riesgo de que el país sufra una parálisis financiera y, analistas bien documentados, hablan de que acordó con ella la continuidad, mínimo, del 30 por ciento del gabinete, entre ellos Rosa Icela Rodríguez, con quien presumiblemente Sheinbaum tiene mala relación. La mencionan nada menos que para gobernación.

El asalto a la Corte está resuelto, a menos que suceda algo inesperado desde el extranjero, lo materializan en septiembre. Del gabinete ya veremos, dijo la presidente que el jueves anuncia al menos una parte, ahí veremos si también se impone AMLO. Pero con independencia de lo que suceda en los próximos días, lo único claro es que sigue mandando él.

¿Hasta cuando decidirá romper y cuales serán las consecuencias para el país, si en el camino se confrontan? Esta es la pregunta más importante desde que Sheinbaum ganó la elección. Por definición política todo gobernante quiere ejercer sin tutores, ella también querrá. El problema es lograrlo, pues está demostrando ser la preside más débil que haya tenido el país, lo cual es una contradicción pues también ha sido la más votada.

Su debilidad puede ser descrita fácilmente: La lealtad del partido está con López Obrador, quien elegirá al nuevo presidente; los diputados y senadores electos fueron palomeados por él; el compromiso de los gobernadores electos y en funciones también es con él; tiene la llave de la guillotina en forma de plebiscito revocatorio. Están surgiendo versiones de que el nuevo general secretario será continuidad del general Cresencio Sandoval; los nuevos juzgadores se la deberán a él, secuestrando la Corte. ¡conservó todos los hilos del poder!.

Con todo y a pesar de que no voté por ella, espero que Claudia Sheinbaum se independice y además que lo haga pronto. El daño que López Obrador causó y sigue causando al país (destrozar la Corte es catastrófico) ha sido demasiado para que permanezca actuando fuera de su periodo constitucional. Vienen días oscuros para el país y los bribones, acólitos enajenados, aplaudiendo como focas. Trágame tierra, yo mejor me voy a Aldama.

Rompeolas

El PRI de alito ya pactó

En el PRI no entienden que no entienden. Puede cambiar de colores, de nombre, de lema pero nunca cambiarán su historia. Mientras una camarilla de oportunistas encabezada por el impresentable alito siga parasitando sus siglas, el PRI seguirá en franca decadencia. Lo democratizan incorporando a cientos, miles de miembros valiosos o en tres años estarán asociados con Morena, con el único propósito de conservar el registro y en consecuencia las prerrogativas. Alito ya pactó con AMLO, o está esperando que le hablen para, presuroso, bajarse los pantalones.

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